jueves, 18 de octubre de 2007

La hora de los hornos: un debate.

La hora de los hornos no es una película para ver solo. Hoy, un 17 de octubre, Página12 la distribuyó con el diario a un precio que en principio podría espantar ($20), pero pensándolo mejor es justo; la película pide ser comprada entre varias personas, ser vista por varias personas y prestarla. No es de ninguna manera un material que pretenda cerrarse sobre sí mismo. Es el tipo de mensajes a los que nos han desacostumbrado. Y no por azar, sino más bien intensionadamente.

¿Por qué estamos tan acostumbrados a los espectáculos exclusivamente íntimos? ¿Por qué rehusamos abrir nuestro acto de percepción a las imperfecciones edificantes de un diálogo entre pares? En medio de una manera de llegar al arte, tan teñida de tener, poseer, acumular y clasificar, La hora... se nos escapa de las manos. Es probablemente el mejor documental de cultura antiimperialista argentino; o el mejor documental argentino; o la mejor película. Y todavía es más. Y es más en virtud de algo que definitivamente nos cuesta apreciar cada vez más: el espacio a la reflexión que se introduce entre cada "dosis" de verdad.

La pregunta actual y fundamental en todo esto es: ¿a quién le sirve que estemos acostumbrados a ver arte así? Nos perdemos en discusiones interminables en relación a la calidad material del soporte (videocassette, DVD, CD, VCD, mp3) y a la calidad de los reproductores (televisión digital, plana, plasma, proyector, parlantes, home theater). Compramos lo que podemos; ya nadie se cree que en internet está todo. O quizás esté, pero ubicado de determinada manera que nos resulta un trabajo de días y días de dejar la pc prendida para que baje. ¿Y la reflexión sobre el arte? ¿Cuándo llega? Es claro que uno sucumbe. Y es lógico. Cuándo empezabamos a tener tiempo, aparece algo para distraernos. Y es entonces cuando vamos perdiendo el criterio.

Reformulemos la cuestión. ¿Quién gana en todo esto? El camino que me separa de los contenidos que busco está forrado de dinero: con sólo pensar en cuántos objetos diversos (muchas veces incompatibles entre sí) necesito para poder acceder a ellos la cuestión se resuelve sola. ¿Cuándo hicimos o permitimos que hicieran del arte un producto más? ¿Cuánto más vamos a poder tolerar que el lugar del arte se acerque cada vez más al de la publicidad? Vemos una propaganda y decimos "qué linda es, qué buena que está". Hasta lo convertimos en tema de discusión: "¿viste la propaganda de tal cosa?"

Pero los hechos son otros. Y para peor, no nos enseñaron a pensarlos de una manera que nos sirva para encontrarnos adentro de ellos. Imponemos un conceptualismo tan equivocado frente a la realidad que terminamos por sentimos mal. Es ahí cuando ya echamos mano de nuestras idealizaciones como refugio. Y es ahí, también, cuando nos condenamos a ser pasivos. Pasivos e inofensivos miembros de una sociedad que defiende como propios los ideales impuestos por un imperio transversalista. Defendemos la Democracia, la Honradez, el Voto, la Dignidad, la Seguridad, la Educación... y la lista sigue. No los cuestionamos en la medida en que necesitamos creer en ellos como sostén de nuestro ser en sociedad. Y esto es precario.

Pensandolo mejor: ¿realmente nos sirve seguir defendiendo valores y pensamientos europeos en un continente que demuestra inevitable mestizaje? ¿O estaremos postergando lo impostergable, tratando de no morir vanamente y tener así una muerte digna, contemplada en el esquema burocrático de misa-velatorio-sepelio-cementerio-flores? Todavía no disponemos, como hijos de este continente, la inteligencia suficiente para enfrentarnos a nuestros actos puros, a nuestra realidad. Y el discurso del imperio es tratar de nunca desarrollar esa inteligencia. Y todos lo acatan. Es entonces el momento de la transgresión, de la ruptura y de la conciencia que trata de pensar en ese contexto.

La hora de los hornos es una película acerca de todo esto. Pero es más. Es siempre un poco más. No se agota, porque nosotros somos quienes le imponemos un cierre. Y no pasivamente, con sólo mirarla. Activamente, apropiandonos de los deliberados momentos que la película deja a nuestra capacidad crítica. Y es, fundamentalmente, una película para ver de a muchos, un acto colectivo de reflexión para la acción. Y aún es más.

Click aquí para ver online algunas partes de la película.

3 comentarios:

veronoverme dijo...

la compraste?
la viste? (supongo que si)
la vemos?
o me la prestas?
o me la copias?


pd: que bien escribis joder!

Manchero dijo...

CHABON escribis un montón. Bueno, te felicito por empezar a publicar. Ultimamente le estuve tomando mucho mas cariño a la Interflai. Te dejo la pelicula a ver si la ves: http://www.youtube.com/watch?v=zTtJ6j0SAxs
Un beso pichon.

Nini dijo...

Claramente escribís muy bien, Fran.
Y, por más que critiques a las publicidades (y estoy de acuertdo en ello), sos un gran vendedor también: no he visto aún "La hora..." pero definitivamente, después de leer este texto, voy a hacerlo PRONTO.
Besos

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