domingo, 30 de agosto de 2009

Semana histórica (en lo judicial)






Hubo tiempos de guerras, tiempos de paz,
hubo tiempo en que era ilegal.
Pero hermano nuestra mente cambió,
y hoy no podemos seguir con esta tradición.
Son tiempos de cambio y el tiempo al mismo tiempo cambio.
Si hasta la terrible ley seca cayó.

Legalícenla.

Vos tenés conciencia de saber,
que está bien y que está mal
la policía debe llevarte si robás o asesinás,
pero no entiendo por qué no estoy en libertad,
sólo por fumar la hierba de la paz.

Legalícenla.

Si mis cigarros tienen otro relleno por qué me miras mal.
Si de la tierra crece hierba santa,
por qué no la puedo fumar.
Pagamos precios y riesgos muy caros para conseguir,
lo que la naturaleza nos dá nadie nos debería prohibir.
Yo canto esto para que me escuchen y se den cuenta
que hay mucha gente que no quiere estar presa por fumar hierba. Somos una nueva raza, una nueva generación pongamos fín a esta tradición.

Legalícenla.


lunes, 24 de agosto de 2009

Better off without a wife




All my friends are married
every Tom and Dick and Harry
you must be strong
to go it alone
here's to the bachelors
and the bowery bums
and those who feel that they're the ones
who are better off without a wife

I like to sleep until the crack of noon
midnight howlin' at the moon
goin' out when I wanto, comin' home when I please
I don't have to ask permission
if I want to go out fishing
and I never have to ask for the keys

never been no Valentino
had a girl who lived in Reno
left me for a trumpet player
didn't get me down
he was wanted for assault
though he said it weren't his fault
well the coppers rode him right
out of town

(coro)

selfish about my privacy
as long as I can be with me
we get along so well I can't believe
I love to chew the fat with folks
and listen to all your dirty jokes
I'm so thankful for these friends
I do receive



domingo, 16 de agosto de 2009

Rafael Barret II

Otra de Barret.

* * *

HERBORIZANDO

A fuerza de vivir en compañía de ellas, han podido los campesinos arrancar alguno de sus secretos a las plantas. Por distinto que parezca el mundo vegetal del mundo animal, hasta el punto de haberse inventado, para explicar la presencia de tan extraños seres en nuestro planeta, la curiosa hipótesis de gérmenes siderales traídos por aerolitos o piedras del cielo, ello es que alguna relaciones ya prácticas, ya simbólicas ha descubierto la ingenuidad de los pueblos entre el hombre y los más humildes organismos de la tierra.


Todas nuestras enfermedades tienen su remedio en las yerbas del campo. Esta verdad que la medicina no acepta, empeñándose en apelar a la química y a la bacteriología, la saben los paraguayos no contaminados por la civilización. Para reconocer los medicamentos naturales, que crecen en los abiertos prados o en el misterio de las selvas, es indispensable el cándido corazón de los brujos, los curanderos y los locos. Ellos ven lo que nosotros no vemos, lo que nuestra inteligencia nos oculta, según la admirable frase de Anatole France. Conviene igualmente la pureza y la fe para que el remedio salve. No se salva el que quiere, sino el que lo merece, y nada es tan respetable como esa armonía entre la justicia y la ciencia. El que no tenga fe que acuda a los médicos.


Son innumerables las especies que sirven la terapéutica primitva y absoluta. No dispongo de erudición ni de tiempo para mencionarlas ni clasificarlas. Herborizaré en este herbario, espigaré su poesía. Nos enternece encontrar que el clavel blanco sana el corazón, el jazmín los ojos y que la rosa paraguaya cicatriza las heridas. Las flores que además de encantarnos y de hacernos soñar nos curan, son las más santas de las flores; se asemejan a esas bonitas hermanas de caridad, cuyas blanquísimas alas agita el viento. Es delicioso pensar que hay pétalos que nos protegen.


Pero el rocío mismo, cuando se cuaja en ciertas hojas privilegiadas, nos alivia y embellece. Así no ignoran las niñas que para evitar las pecas y dar ternura a su rostro es preciso levantarse cuando todavía es de cnoche, y recoger el casto rocío que tiembla en el capüpé.


¿Y qué diré de la moral, mucho más importante y más real que lo físico? Hay plantas venenosas y medicinales; las hay de funesto presagio y de feliz agüero. Hay las que reaniman la carne; hay las que favorecen las pasiones y alegran el espíritu. La ruda en vuestra casa os acarrerará dichas, mas es necesario coger las florecillas la oche de San Juan y esto no está al alcance de cualquiera; las almas condenadas harán lo posible para estorbárselo entre las sombras nocturnas; os gemirán y espantarán tal vez, os tirarán de las ropas y os apagarán las luces. En cambio el paraíso ocasiona miseria y tristeza, el sauce llorón muerte y ruina y en cuanto a la albahaca, es indudable que introducirá en vuestro domicilio gentes cursis y comprometedoras. Temed al cocotero: atrae el rayo. Que las muchachas no alberguen la aromita, porque no se casarán nunca.


El ca'abotorï es favorable al amor, y es muy buscado. Las niñas lo llevan en el seno sin decir nada. Si no sois simpáticos al genio malicioso de la naturaleza, esta yerbita se volverá invisible en la campiña, anhelando hallarla, la pisaréis sin daros cuenta. El toroca'á os conquistará el hombre preferido; debéis ¡oh vírgenes dulces!, arrodillaros ante la planta, asearla y acariciarla. No está demás que le recéis un padre nuestro, siempre que no hagáis la señal de la cruz. Si deseáis liberaros del veneno de los celos, trenzad el toroca'á y si al día siguiente véis la yerba destrenzada por el asta ardiente del toro, podéis ir tranquilas.


Sobre este comercio sutil entre los vegetales y la población, reina el mate como soberano de antiquísima estirpe. Por el mate se absorben casi todas las medicinas silvestres. Mediante el mate se enamora, se mata y se embruja. Un signo, un polvo, un pelo bastan para lo irremediable. Y del fondo del Chaco, de donde un tentáculo de humanidad se hunde en el seno de la Esfinge, vienen fórmulas fatídicas. Si de pronto os hierve el cerebro y echáis gusanos por la nariz, u os acomete otra dolencia igualmete montruosa, recordad qué blanca mano, trémola de odio, os ha ofrecido el mate. Todo lo malo y todo lo bueno de la historia está en el mate, comunión de labios y de ensueños, fetiche de una raza, oscura cáscara, hueca geoda en que duermen los siglos, fulgor inextinguible, calor de sangre que se pasan de palma en palma las generaciones. El mate lo ha escuchado todo, lo ha adivinado todo, confidencias terribles, esperanzas siempre abatidas, juramentos sombríos. Aplicadle el oído y percibiréis en él las mil voces confusas del inmenso pasado, como en el viejo caracol los rumores del mar.

lunes, 10 de agosto de 2009

Rafael Barret


A continuación les dejo un fragmento de un libro de Rafael Barret (1876, Torrelavega, España - 1910, Aracachón, Francia) El dolor paraguayo.

Soberbio.

* * * *

Fragmento de “De paso”, en: BARRET, Rafael, El dolor paraguayo. p.15

No he perdido el tiempo el Villarrica. He conocido a Bernardo. No se anima a decir su apellido "porque es muy feo": ¿Lo sabe él mismo? Trabaja en los obrajes, en las estancias, si quiere y como quiere, cuando necesita dinero, lo que no le ocurre casi nunca. Tiene veinte años. Pasó tres, muy joven, en los yerbales. Su patrón le daba de comer, a peso de oro, carne podrida de burro y yegua. Resistió el desgraciado a los reumatismos y a las fiebres. No fumaba, no bebía; a fuerza de sobriedad y de orden, pudo arreglar su cuenta y huir. Bernardo es uno de los pocos esclavos que no han dejado los huesos en el Paraná. Ha recorrido después, guitarra a la espalda y canción en la boca, el Paraguay en todos los sentidos. Le llaman loco. Lleva la alegría y la libertad a todas partes.

Tiene los ojos negros, chicos, iluminados; le deben llamar loco porque mira cara a cara, con intensa plenitud. Dientes sólidos, apretados como una barricada; labios largos y movibles; mejilla enjuta; pelo salvaje. Un tórax de gorila y altas piernas. Camiseta y pañuelo al cuello (nada de política), bombachas. El movimiento continuo. Se diría que está siempre dispuesto a volar por los aires.

habla a grandes voces, con carcajadas terribles. Su laringe, de un registro vasto, contiene un mundo de aullidos, de melodías, de rumores sordos, la música de la selva virgen. Es incapaz de distinguir los amos de los sirvientes, los que lucen sanos de los que arrastran poncho. A él -cosa extraordinaria- todos le parecen semejantes. A todos trata igual. Nos interpela con el sombrero puesto, y nos planta en el hombro su zarpa noble, revocada de la roja tierra guaireña.

Entra en las casas y en los ranchos, se sienta tranquilamente. Ríe de los rostros indignados, desarma con chistes ingenuos, toca y canta y encanta con su arte primitivo y penetrante. Los niños le adoran. ¿Las mujeres?... Son niños también. Bernardo apenas llegado a un pueblo, es el correo amoroso de las muchachas en noviazgo, y el amante o el novio de las que están desalquiladas. Propio o ajeno. Pasea el amor, un amor tolerante y plácido, sin inquietudes ni celos, un amor que juega y escapa como un pájaro y en su guitarra viaja una poesía irregular y vivificante como el viento. Bernardo es un Lohengrin sin tragedia, una promesa que cruza el cielo. Y las señoritas lánguidas van a charlar con él en la penumbra de las cocinas y de los patios.

Bernardo ignora sus padres. Rebosante de fraternidad bulliciosa, no piensa aún engendrar hijos. La imagen de la china abandonada, harapienta, en medio de sus pequeños, macilentos y sucios, le causa horror.

El hará su nido más tarde, cuando no sea tan "loco". Ahora se siente "nuevo" todavía. Bernardo no sospecha que siempre será "nuevo", ¡qué nunca envejecerá!

Este bárbaro se adelanta a su siglo. No practica ninguna noción de propiedad. Se alimenta y se viste sin darse cuenta. Lo indispensable a su simple existencia, lo toma, y lo toma sin ocultarse, sonriendo lo mismo que Robinson en la isla. Un estanciero explotaba a Bernardo innoblemente. Bernardo, harto ya, montó en el mejor caballo de establecimiento, y disparó. Era el único medio de salvarse. Cuando se creyó seguro, tiró la montura a una maciega, y largó el animal. meses después se topa con el dueño, que le amenaza con la cárcel. Bernardo acepta enseguida, porque "nunca había estado allí". Lo mandan a la policía, donde se hace amigo íntimo del jefe, del sargento, de los soldados, por su jovialidad imperturbable, por la humanidad profunda que irradia su cabeza erguida, y los deja a las pocas semanas, desconsolados de su ausencia.

El alma de Bernardo no se ha manchado con ira, ni con la codicia, ni con la lujuria, ni con el miedo. En ella se reflejan límpidamente los astros y la bondad fugitiva de los hombres. Alma de loco ... alma de poeta.

Bernardo me ha comunicado su proyecto de visitar la Asunción.


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