sábado, 24 de octubre de 2009

Clavelito

Tema: Canto de ordeñe
Letra: Antonio Estévez
Versión: Cecilia Todd, en Pajarillo verde (1974)




Lucerito ’e la mañana,
préstame tu claridad
para seguirle los pasos
a una ingrata que se va.

Mañana por la mañana
cubre tu patio de flores
que te viene a visitar
la Virgen de los Dolores.

Clavelito, clavelito,
clavelito, clavelito.
Estrella de la mañana,
claro lucero del día,
¿cómo no me despertaste
cuando se iba el alma mía?

Mariposa, mariposa, mariposa.
Allá arriba en aquel cerro
tengo un pozo de agua clara,
donde se lava la Virgen
los piecitos y la cara.

Nube de agua, nube de agua, nube de agua.
Estrella de la mañana,
claro lucero del día,
¿cómo no me despertaste
cuando se iba el alma mía?
Mariposa, mariposa, mariposa.


lunes, 19 de octubre de 2009

Sobre la apropiación de los discursos ecologico-sustentables I

Sobre la apropiación de los discursos ecologico-sustentables.

1ra parte: el mito edénico.

Introducción.

Empiezo esta serie de trabajos con la intención de polemizar un poco sobre parte del contenido que circula en relación a la problemática ambiental, propia de la crisis de sustentabilidad que el modelo de acumulación del Capital viene provocando hace más de 2 siglos.

Ya van apareciendo supuestos: el problema no es ni nuevo ni (cada vez menos) eludible. El primer monocultivo destructivo en nuestro continente fue el de la caña de azúcar, que fue el encargado de convertir el norte de Brasil (y las Antillas, y parte de Cuba) en lo que hoy conocemos: un páramo.

Pero la información es cada vez mayor, va más rápido y eso tampoco parecería ser garantía para la acción rebelde. Fue como el descubrimiento de los sindicalistas revolucionarios, que pensaban cambiar el modelo de producción a través de la huelga general revolucionaria. Nadie puede hacer la revolución desde Internet, eso queda claro. Hay algo en la lógica del Estado que impide que esto suceda: quizás sea el karma peronista de este país el que nos lleva a establecer una dialéctica del tipo "quiero un subsidio del Estado para hacerle la revolución". Aunque también suponemos que las guerras revolucionarias hoy serían más bien guerras santas; posmodernismo mediante, fe e información, fe y lógica, han vuelto a reencontrarse en la Historia, esta vez bajo la glorieta de la credibilidad mediática.

La pregunta central en todo este meregue es: ¿qué nos queda? ¿de dónde nos podemos agarrar?


La agricultura

Tomémonos el tiempo para explicar brevemente algunas cuestiones fundamentales en relación a la agricultura, que es prácticamente el modus-mentis que rige nuestro ser occidental; aquello que se presenta en la Gran Historia del Progreso Humano como un mito prometeico en el cual "el hombre domina a la Naturaleza para escapar de la necesidad impuesta por el nomadismo".

  • Todo cultivo es extractivo: con esto se pretende decir que todo lo que nosotros cultivemos, mantengamos en forma de planta para comer o industrializar, se está llevando gota a gota la parte importante del suelo, la capa biológicamente activa (el humus), en forma de grano, fruta, etc. La fotosíntesis no es magia: es tomar la energía del sol para romper moléculas de agua y de ahí generar gradientes electroquímicos que sirven para componer cosas complejas (un zapallo, por ejemplo) a partir de elementos simples del suelo (nitratos, sales minerales, etc.) Pregunta obligada: ¿quién, cómo y en cuánto tiempo repone esta extracción?
  • Es la selección artificial realizada por hombre aquella que nos permite hoy tener los cultivos que tenemos: siglos y siglos de campesinos que fueron seleccionando las especies más rendidoras, sabrosas y nutritivas para continuar con su reproducción es lo que hace que hoy un choclo tenga el tamaño que tiene y no sea pequeño como una espiga de trigo. Naturalmente ninguna de las especies significativamente alimenticias tiene su subsitencia garantizada; de hecho, la "tendencia evolutiva" es a disminuir los tamaños, algo que no es precisamente la meta que se busca, por ejemplo, al cultivar zapallos.
  • La llamada revolución verde sólo asceleró los ritmos de producción agraria para poder sincronizarlos con los de la industria, bajo el mito de que era la única manera de solucionar el problema del hambre mundial, cuando de hecho, lo empeoró. La fertilización artificial, la modificación genética y el uso de herbicidas creó un negocio infernal, que de hecho manejan las farmacéuticas a nivel mundial, en el cual los ritmos de producción crecieron muy por encima del tiempo de reposición de la materia orgánica del suelo, lo que lleva a una progresiva (y exponencial) necesidad de insumos farmacéuticos (de nuevo: fertilizantes, semillas modificadas, herbicidas, biocidas, etc.), jaqueando completamente la seguridad alimentaria de los pueblos, externalizando los costos del precio del producto final (el valor de la tonelada de soja no incluye el "lucro cesante" de dejar el campo 25 años libre para que reponga parte de su materia orgánica), y alimentando la caldera del biocombustible, lo cual es lo que hoy por hoy determina el precio (excesivamente alto) de los principales cultivares alimenticios del mundo.

El trabajo...

Vamos a empezar por una cifra: la mitad de la gente en el mundo cultiva el suelo. Equivale a decir que uno de cada dos es un campesino, lo que inmediatamente nos detiene en nuestro afán occidental de dar buenos argumentos sobre cómo deberían ser las cosas.
Agrego otro supuesto: con Educación institucionalizada (normativizante) o no, en ninguna cultura del mundo alguien llega a adulto siendo un inútil. Al decir esto a uno se le ocurre que existen muchas personas que, justamente por poder comprar la fuerza de trabajo de los demás, se mantienen sin trabajar. Pero como mi idea es dejar pasar por el costado los asuntos que involucren al Dinero, al Capital, me permito pasar rápidamente a una conclusión que, retroactivamente, cancela al contraejemplo: la condición de posibilidad para que una cultura exista es que su gente trabaje. Claramente, este sujeto hipotético compra trabajo ajeno; pero sin nadie trabajando o nadie dispuesto a vender su fuerza de trabajo, ese sujeto tendría que aprender a hacer algo. Además, cuando hablo de cultura me refiero a la sociedad auto-organizada, lo cual ya habla de por sí de un techo en el que ocurren y se comparten los eventos. Por lo que el hombre yanqui (o argentino, da igual) comprando fuerza de trabajo china es más un avatar económico antes que cultural.


... y el Edén.

Cuenta el Antiguo Testamento que a Adán y Eva los rajaron del Paraíso por excederse en el postre. Pero hago mi subrayado: los expulsan al mundo del trabajo. El Edén era un hermoso jardín por el que podían andar sin ropas (temperatura perfecta) y del que podían comer sin trabajar.

Conclusión: el Edén niega al trabajo.

Pero no sólo eso, sino que todos nosotros (débiles mortales) cargaríamos con esto de que el trabajo es aquello que nos signa en nuestra naturaleza perdida, nuestro pecado original, que al desplegarse se va viendo que abarca más cosas que el sexo. Y sería desde esta sensación primigenia de pérdida, de naturaleza incompleta, de donde prenden ciertos discursos ecologistas que misteriosamente hablan de una "pérdida de la esencia/instinto", "posibilidad de no trabajar", "jardines de la abundancia"...

Sumémosle el efecto agobio que producen gran parte de los tratamientos mediáticos sobre el tema ambiental: desde el establishment, el horror ocupa la primera plana. Se muestran imágenes del desastre como algo irrecuperable, algo que nos debería dar, ante todo, culpa.
Y no hace falta traer a un psicólogo a la mesa para saber que la culpa detiene, encierra. Es el sujeto culpable de su propia esencia aquel que "consume responsablemente", o aquel que hace de su alimentación un manojo de buenos argumentos antes que una celebración cultural. Es alguien vulnerabilizado, alguien a quien luego del horror le ofrecen salidas reformistas a problemas estructurales; y compra.

No me queda claro: ¿a Adán y Eva los expulsaron de la Naturaleza o hacia la Naturaleza?

Redondeo: más que agarrar, hay que empezar a soltar.


domingo, 18 de octubre de 2009

Tonada de las espigas

Tema: Tonada de las espigas
Músico: Simón Díaz


Las espigas en el campo
son un solo amanecer
y cuando llega el invierno
vuelven a reverdecer / reverdecer

Las mazorcas de los trigos
escriben una postal
cuando empieza la cosecha
del conuco, del turpial / del turpial

Las espigas...

La guitarra de la palma
canta su larga canción
cuando por todas sus cuerdas
pasa el viento cimarrón / cimarrón

Las espigas...

El lirio de la sabana se lo dijo al güirirí
que toditas las mañanas
lo visita el colibrí­ / colibrí

Las espigas...




miércoles, 7 de octubre de 2009

El sueño del pibe

Título: La belle verte
Año: 1995 (Francia)
Dirección: Coline Serreau

Independientemente de todo lo naïf que pueda resultar el imaginario que compone el film, la propuesta ficcional no pierde el sentido que (creo) tiene: hacer preguntas de niño en un mundo donde la interpelación del otro ya supone respuestas hechas antes que un franco diálogo creativo.

Se cuenta la historia desde un planeta. Sí, hay extraterrestres; pero no tienen ni antenas o escamas, no parecen insectos sino gente sana. Y se hecha mano de este recurso para generar una comparación muy primer mundo: ellos viven perfectamente, en completa armonía con absolutamente todo su entorno, pero en un aislamiento que (y aquí arranca la narración) los ha llevado a dejar de lado sus viajes a otros planetas, puntualmente a la Tierra, donde hace 200 años que nadie quiere ir a ver en qué andan las cosas.

Cuál es la comparación? Que al ser esta perfección un logro evolutivo (porque ellos también han pasado por la era industrial, por la polución, etc. etc.), tenemos coexistiendo dos estadíos de lo que nadie desmiente como una misma especie: la Tierra subdesarrollada y este planeta, en la cima de su perfección.

Me permito un subtítulo: La belle verte o Cómo tratar a un hijo tarado.

Ahora bien, la película es conciente de esto. Quién sino la hija del planeta Tierra (que descubre su identidad en 4 minutos y por eso quiere conocer el lugar en que nació) se propondría para hacer este viaje.

Por lo demás, es una no-tan-larga oda a la belleza de lo simple. Muy europeo, muy francés. Pero no por eso menos bello. Una película donde el sentido del humor está puesto (dónde más!) en los famosos desencuentros producidos cuando esta alienígena utiliza su programa de desconexión (una suerte de electroshock que desinhibe la creatividad) y donde queda al descubierto lo absurdo en el fondo de las costumbres urbanas. De nuevo, muy europeo, muy francés.

No obstante, aparte de las escenas francamente asombrosas que tiene, funciona para pensar qué pasa con esto de reclamar un mundo sin problemas. Porque en la película parece muy creíble, y sin embargo...

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