domingo, 16 de diciembre de 2007

De facto o de iure

Si es una realidad que existen los mecanismos legales y jurídicos para realizar las acciones necesarias para revertir procesos inadmisibles como el hambre, la miseria y la desigualdad a partir de esquemas posibles de reformas al poder vigente, pero estas no son llevadas a cabo, vale decir entonces que el problema surge a partir de los agentes que imponen la ley, y que por lo tanto los tan necesarios cambios deberán comenzar y tomar forma no ya dentro de los parámetros pretendidos por el Estado, sino por fuera de ellos.

¿Por qué no ser, entonces, reformista?

Asumimos los cambios sociales muchas veces tratando de mantenerlos dentro de esquemas impuestos que, aparentemente, no podríamos perder. Un policía es un policía. La necesidad de imaginar guardianes de la normalidad para contener el miedo creado al caos es una necesidad aprehendida, nunca natural.

La división del trabajo, la especificidad demandada a cada sujeto y la sumisión de estos a dicho mandato es como una enfermedad del espíritu. Debemos poder imaginarnos en espacios sociales inespecíficos para poder revivir el anhelo de cambiar el mundo.

Es por eso que la revolución está en todos lados. Tenga la forma que tenga, siempre está ahí, del otro lado de la Historia, esperándonos.

6 comentarios:

Pariz dijo...

El nuestro debería ser un grito por el ¡de facto!. Pero por experiencia digo: ¡es tan difícil el sincero compromiso!. Me cuesta poco adherir en lo discursivo, puedo yo mismo ser quien verbaliza la crítica que llama a la revolución de las prácticas, pero observo en el día a día que mis propios problemas me superan y procurando solucionarlos, ahí me quedo. Siento que de ocuparme en hacer efectiva esa revolución, todo mi yo sucumbiría, y ya no sería yo, sino otra cosa, un mártir, un bohemio (no de espaldas al mundo, sino de espaldas a sí mismo), alguien que renuncia a muchos sueños por uno en particular (un fanático?), que quizás sea más noble, quizás sea más útil, pero que en su realización, en la adhesión radical a lo que pregona, implicaría una suerte de suicidio, la muerte de una parte importante de mí.
Creo que lo que me pasa a mí es representativo de lo que a muchos. Sé que quienes se sienten vehículos de la revolución ven en nosotros debilidad, miopía, egocentrismo rastrero. Quizás las acusaciones sean totalmente válidas. Pero creo que la elección es trágica y que, por otro lado, como vos decís, la revolución está en todos lados, incluso en las pequeñas elecciones éticas que no son aspaventosas ni buscan moralizar a quienes las atestiguan. La revolución en la que creo y aquella que puedo llegar a llevar a la práctica es la que procura la propia coherencia (difícil hazaña). La revolución combativa es de otra naturaleza.

Anónimo dijo...

Nose Fran, me parece que hay que tener una mirada más tenue. Para empezar el primer párrafo está escrito en complicado. Poné más "mierdas" y "carajos".
Además, como dice el anterior comentarista, en lo discursivo es fácil adherirse. Pero no podés exigir, por ejemplo, una auscencia de policía; simplemente porque es una parte importante de esta generación y de las venideras.
Me parece que el cambio debe ser despacio (no lento*), ya que hoy en día hay una mentalidad instaurada que tiene su derecho a existir. No se puede obligar al habitante de un country a entregarse a la tierra (por más bueno que estaría); entre otras cosas, porque ni nosotros mismos lo hacemos.
Afortunadamente (que palabra más larga), los humanos tendemos al cambio. Y los jóvenes casi siempre reniegan de los adultos. Lo mejor que podemos hacer es proponer formas tan agradables como horizontales de vida, para que tengan con que fundamentar sus reniegos los próximos jóvenes. Eso pienso yo.

Un abrazo

*Griselda Tonkinson, "El sabor de una pija"

Santiago dijo...

Todos los que tenemos formación humanística podemos escribir textos que parezcan de alto nivel intelectual. Es una empresa estúpida, que sirve para sostener nuestra profesión y nuestro esnobismo a la vez que no tenemos ideas relevantes. POdemos escribirlas en ponencias, en libros o en blogs. Fascinan a un grupo selecto de gente que se vanagloria de "comprender" esas cosas. Hay amplia bibliografía al respecto: gente que intenta entender a Lacan, a Deleuze, o incluso a Halperín.

No hay necesidad de hacerlo y es contraproducente. Los textos claros, llanos y con significados concisos. Vale mas "Los bolcheviques tomaron el poder tras la revolución de octubre" que "Debemos poder imaginarnos en espacios sociales inespecíficos para poder revivir el anhelo de cambiar el mundo". Lo primero dice algo: lo segundo no. No hay ningún espacio serio para la interpretación de la primera frase: todo lo que puede leerse ahí es mas o menos lo mismo. La segunda puede querer decir cualquier cosa: no dice nada. Un libro entero con frases de ése tipo es un enorme gasto de esfuerzo y tinta completamente inútil fuera de los márgenes ya mencionados.

Del mismo modo, decir la primera frase de éste modo: "Áquella pequeña y heterodoxa minoría dentro del partido -o mejor dicho: movimiento- internacional que decía promover los intereses de la clase trabajadora surgida al calor del desarrollo de el modo de producción capitalista se hicieron con el control de las instituciones, y por ende, con el monopolio de la fuerza -en el mediano plazo- después del levantamiento aliado de diversos sectores sociales contra el gobierno provisional -burgués, leerán otros- de Kerensky durante el mes que el calendario antiguo marcaba octubre, aunque fue, azares de la cronología, en el noviembre del mundo de temporalidad cuantificada a la gregoriana" es otro completo sinsentido. Masturbación intelectual innecesaria.

Eso es todo.

Anónimo dijo...

Esperándonos no suena a "cruzá los brazos que igual viene?

zuninoyzungri dijo...

UBA: ESCANDALOSO CONCURSO EN LITERATURA LATINOAMERICANA II, COMO SI NO TUVIERAMOS SUFUCUENTES PROBLEMAS, AHORA, LA TRANSPARENCIA EN JAQUE.

¡esto es facto verdadero!

el diario de lois dijo...

Zuni: idem...

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